31 mayo, 2013

Desahogos matutinos. (Discúlpenme, era necesario)

Pero ¿cómo puedo ser tan gilipollas de estar llorando por ésto? ¿Cómo puedo sentirme tan decepcionada conmigo misma? Me he esforzado, y no ha sido suficiente. Quizás porque lo haya hecho menos de lo debido, o porque otros no hayan sabido ver ese esfuerzo. Pero ¿debería importarme eso? ¿Tanto como para llorar?
Llevo meses tragando, sin poder escupir. Tragando mierda. Y esa mierda lleva el nombre Responsabilidad, Futuro y Educación. Pero también Injusticia, Sistema y Competencia.
Que sí. Que estamos en crisis y sin estudios no se llega a ninguna parte -aunque con ellos tampoco, ustedes me dirán-. Que cuanto más te formes, mejor persona serás. Que nosequé; de notas y exámenes, que tienes que ser el mejor hoy para valer algo mañana. Que mis cojones -y perdonadme que sea tan fina-, digo yo.
Que el bonito caballo que nos venden no es más que una mula vieja que no puede tirar ni de la mitad de los folios que he gastado este año. El bonito mundo de arcoiris que nos pintan esconde la lucha por la dominancia del sistema capitalista, la competencia. Un estilo "Los juegos del hambre", pero con libros y apuntes. Y el sistema es así: el que más trague y escupa en el examen, gana. Los que no saben memorizar, mueren. Los que se agobian, mueren. Los que tienen problemas a la hora de redactar, mueren. Los que no se concentran, mueren. Y, desgraciadamente, un largo etcétera, porque son muchos los factores que afectan a la hora de hacer un examen -y más aún si hablamos de exámenes importantes-. ¿Quién nos queda?
Máquinas. Y eso es lo que el sistema quiere. Máquinas que hayan memorizado tanto que ya no les quede espacio para idear por si mismas, o para pensar en algo que no sea "su oficio". Porque, amigos, me negarán que si pasas la vida estudiando, sin salir a la calle, es probable que no sepas interactuar con personas, digamos, "corrientes". Y eso es lo que quieren, autómatas que hayan aprendido, sobre todo, a tragar, pues llevarán tanta porquería -de la cual la mayor parte, realmente, no sirve para nada- en la garganta que no puedan producir ningún sonido más que algo parecido a un asentimiento.
Me entristece esta situación. Y no me malinterpreten, no me meto con los que quieren dar lo mejor de sí mismos para que los agarren de lo peor con cadenas. Intento hacer ver que nos han inculcado un "modelo" de juventud en el que nos someten a pruebas constantes para competir entre nosotros, las cuales califican con números del uno al diez -ALARMA, ¿de verdad eso es posible? ¿y justo?-, determinando -y encerrando- así,  nuestros conocimientos. Y claro, la presión por llegar a ser "EL MEJOR" hace que te muerdas las uñas, se te caiga el pelo, que adelgaces nosecuantos kilos -nada saludables, desde luego- en pocos días y que dejes de lado los tuyos, y a ti mismo, por ser "ese que ellos quieren", por estudiar.
Sí, señores, estoy haciendo una crítica al sistema educativo. Me parece tan justo encasillar en un número los conocimientos de una persona utilizando como medio un examen como enjaular a alguien porque "no sabe lo suficiente". Que es prácticamente lo mismo. Cuando se decide el futuro de los alumnos es en el instituto. -Antes, por supuesto, también, y es más peligroso incluso, pero centrémonos.- Hablamos de edades entre los 12 y los 18 años, de niños a adolescentes. Se están curtiendo como personas, y las notas pueden influir en ellos tanto para bien como para mal. Por ejemplo, a un alumno al que le ponen un 3 en historia en su segundo curso del instituto, tiene dos opciones. La A, es estudiar historia como un condenado, ya que es la pata de la que cojea. O bien, la B, mandar a dondequieraquesea a la historia. Teniendo en cuenta que hablamos de niños -o adolescentes, si lo prefieren-, que no tienen conciencia suficiente para con sus obligaciones, salvo algunas maravillosas excepciones, creo que todos estamos de acuerdo en que se decantan por la opción B. Y, desgraciadamente, suele ser una decisión que se escribe en su Curriculum Vitae. Imagínense la catástrofe en quien vaya mal en todas o la mayoría de las asignaturas.
Pero bueno, poco a poco, año tras año, van sacando los cursos, hasta llegar a segundo de bachillerato. Sí, ese año en el que te dan los aprobados a cambio de tu vida social. Ese año en el que, al terminar, tienes que estudiar en semana y media (si tienes suerte y dispones de tanto tiempo) todo el curso. Y llega la Prueba de Acceso a Estudios Universitarios. Esos cuatro (o cinco, seis e incluso siete y ocho) exámenes en tres días que tanto te han retumbado en la cabeza durante el curso. Exámenes que determinan tu futuro. Así, tal cual. Determinan tu futuro. Si la cagas, te jodes. Tus sueños, tus planes, quizás tu vocación. Todo se va a la mierda. ¿Cómo no explota más de una cabeza en los días antes de la selectividad? Creo que la presión sería comparable a poner un camión de plomo sobre el cárneo de cada uno. El caso es que estos exámenes que pueden hacer de tu vida una maravilla o un desastre, no es más que escupir las letras que has aprendido de memoria durante el último año -a veces no se sabe ni lo que se escribe, pero, si se escribe, está bien- para que la califiquen del 0 al 10, equivaliendo 0 a "no vales una mierda" y 10 a "adelante", tus conocimientos -eh, en serio, ¿de verdad es posible?, cada vez que lo repito suena más ridículo- y asignándote un límite de opciones acorde a ese numerito que se grabará hasta en el epitafio de tu tumba. -Apostaría a que San Pedro no te deja entrar en el cielo sin un mínimo de un 8 en selectividad-.
No sé, es mi humilde opinión, pero creo que la sociedad ha convertido a los jóvenes en constantes gladiadores con cifras en la frente. Un arcaico "tanto tienes, tanto vales" que más tiene que ver con la puntuación de los conocimientos -ay, no puedo repetirlo sin reírme- que con el dinero -hablo de la pública, claro-.
Y lo que me da más pena es que yo me he dejado llevar por este ideal de futuro, y me he puesto a llorar porque los números que me han asignado no son de mi agrado. Yo, que sería feliz comiendo de mi huerto debajo del puente. Yo, esta hipócrita que está luchando (o luchará, ya en septiembre) contra otros tantos por que no me quiten mi plaza en una carrera de la que después saldré como empecé: sin trabajo y sin haber aprendido nada y con tanta mierda en la garganta como pueda albergar.
Y ahora, damas y caballeros, esta pobre inculta de 4 se va a beber unas cervezas, que quiero practicar para mi futuro, porque, quizás, no valga para más que para ser la borracha del pueblo. ¡A su salud!

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