17 abril, 2013

Resurgir

Me marchitan las horas
los minutos, e incluso
segundos
que paso atada en este suelo
sin flores,
sin alas,
sin cerebro,
con ruido;
esas luces que me miran
de noche
siendo mi mundo en blanco y negro,
y amándolo yo de colores.

Poco a poco me matan los párpados
que ocultan tras de sí
esos ojos que llamo
libertad.

Libertad es lo que necesito;
estar presa me hace trizas el alma.
No puedo ver a través de estos barrotes,
ni oler,
ni pensar,
ni sentir,
ni volar.

Suena tan bien, huir;
pero tampoco es lo que quiero.

Quiero ser mar
cristalino
que mece las gotas para que lleguen a una nueva orilla,
que se deja llevar por el viento,
por el tiempo,
y crece con las ganas de la luna.

Quiero gritar,
y no a escondidas.

Quiero reír
sin que se rían de mí.

Quiero volar,
pero la vida me tiene
entre algodones húmedos
y rayos de sol
en un vaso de cristal.

Y yo me resisto a echar raíces.


Texto publicado en la 28 edición de Rotativo Libélula (donde espero que me podáis leer más veces).

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