14 marzo, 2013

Siéntese. Sienta(me).

Antes de que pudiera decir ni una palabra de la pregunta que quería hacerle, me respondió, como leyéndome la mente. Siempre había tenido esa cualidad de saber lo que pensaba en cada momento, algunas veces más eficaz, y otras menos.
- Vuelvo para quedarme.
Como una estaca, directa a mi corazón. La cuestión de los meses anteriores, "¿por qué no vuelve?", junto con todo el ejército que me había protegido en ese tiempo de ella, se fue a la mierda en cuestión de segundos, al verlo delante de mi puerta, con el pelo despeinado y un gesto en el rostro que no llegué a adivinar si era más de súplica o de desesperación. El "¿por qué no vuelve?" fue sustituido por mil preguntas más sobre el futuro y el pasado, que no sabía por dónde empezar a contar. Rodaron por mi mente, chocando unas con otras, juntándose, y formando finalmente una: ¿por qué vuelve?
- Vuelvo para quedarme.
- Ya. ¿Y si yo ya no quiero que te quedes? - Qué falso sonó. Intentaba mostrar mi indiferencia, esa que había ensayado tantas veces antes. El directo siempre juega malas pasadas.
- Entonces dilo, y me iré por donde he venido.
Y otras mil preguntas más. Y mil suposiciones. Y mil predicciones. Y no sé qué más sentimientos, pensamientos, emociones, pasaron por mi cabeza en ese momento. Sólo fui capaz de desmontar todos los muros en un segundo de reflexión, o de no reflexión, más bien, y soltar un:
- Anda, pasa y siéntate. He hecho té.

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