01 mayo, 2012

Algo que funciona mal, que llega desde otro lugar, pero siempre igual.

La sensación que se dispara en su interior, que grita con fuerza que echa de menos sentir mariposas en el estómago. Pero ella no está segura de que alguien pueda ocupar su corazón del mismo modo que fue ocupado, aunque luego tuvieran que reconstruirlo por los bombardeos que sufrió. Tiene miedo de que vuelvan a tratarlo mal, de que vuelva a despiezarse. Tiene miedo a enamorarse de nuevo. Puede que por eso ahorre palabras amables, y solo sean abrumadoras y bordes, cargadas de reproche, las que salen de su boca. Reproches que no van dirigidos a un ente concreto, sino a un multitud de estragos pasados; a ese mar mugriento de recuerdos que la acompañan, emborronando su vista, que no la dejan ver más allá. Y no quiere hacer otra cosa más que gritar; gritar que nadie jamás podrá hacerla daño, porque no lo permitirá. Ha creado una barrera alrededor de su corazón para que nadie pueda establecerse allí, y ganarla por completo. No, no quiere enamorarse. Por eso responde con desprecio y frases cortes a quien trata de acercarse a ella. Por eso no tiene en su boca otros labios, sino el vaso cuyo líquido le quemará la garganta, y enturbiará su mente para alejarla por unas horas de los recuerdos turbios del pasado. Total, si lo que necesita es sentir algo en el estómago, mañana lo sentirá, y los estragos no serán un corazón roto, solo un dolor de cabeza soportable.

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