14 abril, 2012

La avaricia rompe el saco.

Últimamente lo único que se oye es la palabra dinero. Se oye más incluso que la palabra amor. Dinero, economía, préstamo, hipoteca, bancarrota, y mil cosas más de esa familia. Esas palabras están en todas las noticias, en todos los artículos de periódicos, en todas las bocas. Y la verdad, me tiene indignada. ¿Cómo se puede dar importancia al dinero sobre todo lo demás? Es necesario en nuestras vidas, pero no lo es el que nos manipule, que sea dueño de nosotros, que nos dejemos influenciar por ese invento del hombre. Unos trozos de aleaciones de metal con forma esférica, y unos trozos de papel caracterizados, a los que hemos atribuído un valor correspondiente a su peso. Un invento del hombre que nos corrompe y nos vuelve contra nuestros semejantes. Nos distancia. Nos hace ambiciosos. Mentiras que nos alimentan, camufladas por la sociedad que las convierte en verdades. ¿Cómo podemos dejar que esas simplezas nos hagan tanto daño?
La ambición pudre a la sociedad. Y es exactamente eso lo que no nos deja ser libres. El querer más, aunque sea innecesario. Nos comportamos como críos, cuando quieren tantos juguetes como su habitación pueda albergar, aunque sepan que no tendrían tiempo ni en cada una de las vidas de todos los gatos de la Tierra para jugar con ellos. ¿Acaso no hay nada más importante que las riquezas? La sociedad se comporta como si así fuera.
No podéis ni imaginar cuánto envidio a aquellos que pueden vivir alejados de los lujos, sin nada que pueda impedirles ser felices. Porque hoy en día, en nuestro querido "mundo desarrollado", no puedes ser feliz si no tienes más de lo que necesitas. Caprichos absurdos que nos llevan a peleas. Enfrentamientos entre quien tiene más y quien tiene menos. Dominación de unos sobre otros. Porque el hombre es capaz de clasificar a las personas según su riqueza en mundos diferentes, y tienen el valor de llamar a los más pobres MUNDO SUBDESARROLLADO, y porque se quedan impasibles viendo como, mientras ellos se regozan en su dinero y sus bienes, en ese mundo pobre se están muriendo de hambre o enfermedades incurables allí, pero aquí ya erradicadas, miles de personas al día. Y no les importa lo más mínimo, porque su egoísmo no les deja ver más allá del próximo artículo de lujo que van a comprar.
¿Es este el mundo en el que queréis vivir? Un mundo en el que quien gobierna es la corrupción, aconsejada por la avaricia, y seguida por todos los que se creen esas mentiras de que la riqueza nos hará felices.
Aquel tanto tienes, tanto vales, que creíamos haber dejado atrás es nuestra sombra en el día a día, lo que nos arropa por las noches, ya sea en el palacio más lujoso, o entre cartones y orina en un banco de la estación de metro.
Yo, señores, me alejo de esta sociedad por miedo a que se me pegue esa putrefacción que la cubre, prefiero no tener con qué arroparme a dejarme caer en medio de esas banalidades que nos convierten en una tribu corrupta. Y ¿vosotros?

No hay comentarios:

Publicar un comentario