Hoy he sonreido cuando estaba asomada a la ventana, fumando un cigarro buscando calma y relax en mi ajetreado día, y he visto a dos pajarillos volando juntos. Inmediatamente después he pensado que yo misma estaba sola, volando sin rumbo por ese cielo lleno de nubes grises que pronto explotarán en lluvia. Espera, Gemma, ¿sola? Para nada. Vuelo entre un millón de pájaros de colores vivos. Y ¿sin rumbo? Puede. Soy así de desastre. Pero sé exactamente lo que busco, lo que quiero, aunque haya ventiscas que me desvíen, o me dificulten el vuelo. O aunque el mundo gire en el sentido equivocado. O esa manía mía de dar mil vueltas antes de llegar a mi objetivo. Pero no me siento sola. Mi trayecto está lleno de otras plumas que me alegran, amenizan, me hacen sonreir. Nada mejor que eso. No hace falta tener un alma gemela a tu lado para estar acompañada. No necesito más que eso. Puede que eche de menos abrazos, besos, palabras bonitas, mensajes de buenos días, o esas muestras de amor que te hacen feliz. Pero me siento querida. Muy querida. Soy afortunada en ese sentido.
Lo único que lamento en este momento es no tener alas para poder alcanzar el cielo. No me canso de vivir por encima de él, pero me gustaría ver, sentir, cómo se ve desde abajo.

Lo único que lamento en este momento es no tener alas para poder alcanzar el cielo. No me canso de vivir por encima de él, pero me gustaría ver, sentir, cómo se ve desde abajo.
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