No necesito que nadie me diga como vivir la vida. Intento alejarme de los lujos y el materialismo. En cambio, me acerco a lo puro, lo simple, lo bello. Las pequeñas cosas que no todo el mundo sabe apreciar. Esas pequeñas cosas que esconden tras de sí un enorme valor. Como el mar, y el inmenso océano. O como el canto de los pájaros volando. O las flores. "Una simple flor", diréis. Para mí no es solo una simple flor. Es más, nada es simple. Todo guarda sus secretos, su belleza, porque los secretos hacen bellas las cosas, en el fondo más hondo que pueda tener. Ese fondo no es visible; no se trata de cortar la flor por la raíz para buscarlo. Ese fondo se encuentra en el infinito.
Soy un desastre, pero me gusta así. Soy vividora. Puedo resultar simple, pero no lo soy. Ni siquiera yo conozco mis secretos, ni mi límite. La relación que guardo con la Naturaleza es la que me mantiene viva, la que me hace sonreir hasta en el día más negro del año. Esa fuerza nada la vence, ni la gravedad, ni la atracción, ni las demás personas. Nada. Esa fuerza es la que me hace pensar, la que me hace imaginar, la que me hace querer, la que me hace soñar, la que me hace que nadie me entienda, ni siquiera yo. Esa fuerza es la que me permite ver cuando los demás están ciegos, la que me empuja para nunca rendirme, la que me hace ser optimista, la que me permite superar las barreras hasta en tiempos de crisis. Esa indestructible fuerza me ha hecho quien soy. Es la que me hace volar. Volar, más allá de los pájaros, más allá de las nubes, más allá de la atmósfera, más allá del Sol, más allá de la galaxia más lejana, incluso más allá del último universo paralelo que pueda existir. Puedo volar hasta más allá del infinito. Siempre vuelo, puesto que volar es lo que nos hace grandes, muy grandes, más de lo que podamos imaginar.
Soy un desastre, pero me gusta así. Soy vividora. Puedo resultar simple, pero no lo soy. Ni siquiera yo conozco mis secretos, ni mi límite. La relación que guardo con la Naturaleza es la que me mantiene viva, la que me hace sonreir hasta en el día más negro del año. Esa fuerza nada la vence, ni la gravedad, ni la atracción, ni las demás personas. Nada. Esa fuerza es la que me hace pensar, la que me hace imaginar, la que me hace querer, la que me hace soñar, la que me hace que nadie me entienda, ni siquiera yo. Esa fuerza es la que me permite ver cuando los demás están ciegos, la que me empuja para nunca rendirme, la que me hace ser optimista, la que me permite superar las barreras hasta en tiempos de crisis. Esa indestructible fuerza me ha hecho quien soy. Es la que me hace volar. Volar, más allá de los pájaros, más allá de las nubes, más allá de la atmósfera, más allá del Sol, más allá de la galaxia más lejana, incluso más allá del último universo paralelo que pueda existir. Puedo volar hasta más allá del infinito. Siempre vuelo, puesto que volar es lo que nos hace grandes, muy grandes, más de lo que podamos imaginar.
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