15 noviembre, 2011

Cosas del arte.


Dicen que todo artista necesita una fuente de inspiración. Un sentimiento, una figura que les guste. Normalmente es la persona a la que admiran, en la que piensan constantemente, la felicidad o tristeza que les proporciona. 
Si esa persona o ese estado les faltase en algún momento, su obra sería catastrófica. No triste, porque incluso lo triste, si es bueno, es bonito y hace emocionarse a quien lo ve. Quedaría escalofriante, y no podrías observarlo más de tres segundos.

Puede que yo no sea una brillante escritora, ni dibujante; puede que no tenga ni idea de cómo se esculpe en piedra, mármol o granito; que no sepa unir más de dos palabras que rimen para componer una canción. Lo único que sé es que si supiera hacer algo de esto, él sería mi fuente de inspiración. Y escribiría los versos más puros, bellos y sinceros que jamás han sido leídos; que pintaría cuadros y lienzos enteros con figuras finas y delicadas en las que se escondería su nombre, su rostro, su mirada, su sonrisa; que me pasaría los días con el martillo y el cincel de la mano, y una piedra delante de mí que a cada golpe suave va obteniendo la forma de tus ojos, tus manos, tu cuello, tus ojos brillantes y claros, llenos de corazones; y sería capaz de escribir canciones que pudieran expresar lo nunca expresado, definir lo nunca imposible de definir, las cosas que no me atrevo a decirte, en las que una y otra vez repetiría la palabra felicidad, con el seudónimo de tu nombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario