Una vez él me dijo que cada vez que le digo algo bonito, o que le gusta, tiene la misma reacción: un escalofrío de calor, una sonrisa enorme y morderse el labio inferior. Aún no le he dicho cuantísimo me gusta que haga eso. Pero sabe perfectamente que me encanta, y que siempre intento hacer cosas que le gusten para provocarla.
A mí me pasa algo parecido. Cuando él hace o dice algo que me gusta, sonrío, esa típica sonrisa de boba que me ocupa la cara desde hace un mes, y un cosquilleo que me sube por la tripa, se me iluminan los ojos, y siento una felicidad enorme, la que se siente cuando tu equipo preferido gana la copa, o cuando consigues resolver un problema después de tanto tiempo pensando en él, o cuando te toca la lotería.
La lotería. A mí me tocó el gordo hace un mes y dos días, de la mejor lotería que te puede tocar. Es cierto que el dinero viene bien, pero está sobrevalorado. Ahora mismo podría ser feliz viviendo en la más pésima austeridad, con tan solo una manta y comida justa para subsistir en mitad del campo. Sí, soy feliz, y es por él. Él es mi lotería, es toda mi suerte. Todo lo que necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario