01 octubre, 2011

Sonrisas provocadas.

Hay cosas que no llegas a conocer hasta que no las vives en tu propia piel. Algo como sentirte cómoda en un silencio de los que llaman "incómodos"; como hacer el ridículo, y que la otra persona le reste importancia; como encontrar algo que llevabas buscando muchísimo tiempo, o incluso que lo que encuentres sea mejor que lo que imaginabas; como que te ilusione ver patos en un estanque; como estar aburrido y ponerte a recordar todo lo poco, pero intenso, que te hace feliz. Algo como encontrar la felicidad, auténtica, esa que todos buscan, y de la que todos hablan, y en la que todos piensan. Si supieran todos ellos lo alejados que estaban de ella, no habrían malgastado su tiempo. 
La felicidad.
Algo así como sonreír todo el día, y, aunque no me de cuenta, estoy segura de que también toda la noche. Y que esa sonrisa aumente cuando recuerdas algún momento, alguna bobada, algo, cualquier cosa que sea, de lo que has vivido, hablado, visto, reído, y un montón de verbos más, con él. O cuando recuerdas su sonrisa. O cuando recibes un mensaje de esos que te gustan tanto, o un simple toque suyo. Y ya ni te cuento cuando hablas con él, o le miras, o te mira, o le tocas, o te toca, o le besas, y te devuelve el beso... Incluso simplemente pensar en cómo y cuándo será vuestro próximo encuentro. Te encuentras en un estado de éxtasis, que te entran ganas de saltar, bailar, cantar, gritarle al mundo que está ciego por no ver la perfección que hay en él. 
Soy feliz. Puede que digan que estoy loca, pero soy feliz. Muy feliz. Gracias a él. Y lo demuestra mi sonrisa de boba de cada día, a cada segundo.

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