Hace unos días, si alguien se hubiese anticipado a los acontecimientos y me hubiese contado todo lo que me pasaría en este cortísimo periodo de tiempo, no podría haberlo creído. Sí, fue muy surrealista. Demasiado. Aún no sé si fue un sueño, o pude vivirlo con mi propia piel. Mas, de una manera u otra, fue increible. Perfecto. Una locura. Pero lo más increíble es que aún me queda mucho de esta locura por vivir. No sé qué me depara el mañana; tampoco quiero. Sólo quiero volver a sentirme libre; volver a tener esa felicidad de saber que lo que haces no es lo correcto, pero es lo que quieres; volver a mirar mi vida con los ojos de una persona ilusionada, interesada, arropada... Con los ojos de un ave que escapa del perdigón del cazador; o con los de un preso que saldrá de su celda para volver a contemplar la luz solar; o con los de un geólogo que descubre un hueso que cambia la historia que se suponía cierta hasta entonces; o con los el biólogo que encuentra la cura a una enfermedad hasta entonces incurable; o con los de una madre que, después de nueve meses, puede tener a su bebé entre sus brazos... Lo único que me da pena es que los momentos se acaban. Paf. Como las cervezas, las palomitas... Cuando te quieres dar cuenta, estás como un tonto mirando al fondo a ver si quedan unas gotas de esa cerveza tan refrescante, o de esas palomitas que le resultaron tan agradables a tu paladar. Sí, se echan de menos los momentos que se acaban. Como una mirada fugaz y radiante de un desconocido en un autobús público. O como un amanecer entre sábanas y brazos ajenos lleno de pasión, ternura, y algo de amor. O como un último beso en una estación, antes de subir al tren, y ver como queda atrás todo lo que tienes y quieres. Y tienes ganas de gritar, llorar, correr, saltar. Exteriorizar tus emociones, para compartir lo que sientes, para que todos se den cuenta. Tienes ganas de volver a coincidir con el desconocido del autobús. Tienes ganas de volver a enredarte entre esas sábanas. Tienes ganas de bajarte del tren y abrazar a todo lo que dejas, para no soltarlo jamás. Por eso, me gusta disfrutar de los momentos bonitos mientras duran.
La vida es corta, y aún somos jóvenes. Cometamos locuras, pues.
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