12 enero, 2012

Memorias cercanas.

Es inevitable, en noches como esta, acordarme de él. En realidad es inevitable en todo momento. Intento mantenerme ocupada, haciendo gilipolleces en vez de lo que tengo que hacer. Pero aún así, cada mínimo detalle me recuerda a él. Cuando suena el móvil, aún voy corriendo para ver si es él. Pero me tropiezo con mis recuerdos en el camino y termino tendida en el suelo, recogiendo una vez más los trozos de mi orgullo roto, y tragando saliva. Aún recuerdo cada momento con él, recuerdos nítidos, como si fuera ayer, como fotogramas que pasan deprisa ante mis ojos, llenos de sonrisas, palabras bellas, caricias, tonterías, besos, amor... Se podía hasta oler en el aire. Aún lo recuerdo todo. Y quiero seguir recordándolo siempre. Ha sido una etapa preciosa de mi vida, y, aunque ya acabada, sigue perteneciendo a mi ser. Cuando lo recuerdo, lo hago con una sonrisa. Fue bonito. Precioso. Perfecto. Fue. Eso es lo importante, fue. Sucedió. Y me encantó vivirlo. Por eso me sigue saliendo esa sonrisa de boba cuando lo recuerdo. Duele hacerlo, claro que sí, porque siguen estando las ascuas de ese amor tan intenso. Y hasta que no queden solo cenizas, no dejará de doler. Pero cuando esto ocurra, ¿se irá también la sonrisa?

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